Toda la superficie estaba llena de flores, unas con los colores de la bandera republicana, otras claveles rojos, una rosa encelofanada, unos pobres lirios
y muchos recuerdos, papeles escritos –pese a que han colocado un buzón para que no se mojen y poderlos conservar-, placas con los nombres de quienes las dejan. Seis había, de años diferentes, de los alumnos de Literatura del IES Campilar de Tarragona.
Los restos del célebre poeta descansan en el cementerio de Collioure, al sur de Francia, donde llegan a diario numerosos admiradores, sobre todo jóvenes para rendirle culto y realizar peticiones personales de todo tipo.
Murió el 22 de febrero de 1939, en el país vecino al suyo que más admiraba, y desde un lugar donde siempre podía ver la frontera. Nunca aspiró a una estatua o una calle con su nombre, nunca posó delante de una biblioteca. A los 72 años de su muerte, a otros 72 del fin de la Guerra Civil que ganaron los nacionales, quienes hoy serían compatriotas, llegan hasta donde descansan sus restos, en el sur de Francia. Y dan prueba de una devoción reservada sólo a los santos del cielo o a las estrellas de rock. Antonio Machado, el gran poeta español, murió en el exilio, solo y pobre, en el costero y ahora turístico pueblito de Collioure.
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