Arrancar florecillas
del campo
está hecho para nosotros.
Y saltar riachuelos
sin que el salto
nos impida seguir
con la mirada
los deslices plateados
del pez vivo.
Oír la esquila y ver
las nubes bajas
confundidas
con los recién nacidos
del rebaño.
Recostarse a la sombra
del arbolito
que apenas tiene
y observar cómo crecen
las crías de la reina
de las rapaces.
Una naturaleza pequeña
le conviene
a nuestro repentino
y algo escuálido amor.
Vicente Molina Foix.
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